martes, 11 de enero de 2011

Suiza


Esta tertulia se desarrolla en un barrio que se llama, oficialmente, La Suiza. A S. y LL. nos gusta ese nombre pues irremediablemente evoca a Robert Walser del que tanto hemos leído y hablado.
El apelativo parece provenir de una señora suiza que vivía en una tranquila y arbolada placita del lugar, excepción apacible que adorna un racimo de calles destartaladas.
Debíamos unas letras a este reducto y finalmente llegan a partir de una conversación con nuestro amigo Jaime Canales acerca de las redes sociales que incansablemente auscultan la realidad, mientras van originando un mundo democrático paralelo, al margen de las mentiras oficiales.
Sin entrar en detalles llegabamos a la conclusión de que vivimos en una farsa democrática gobernada no exactamente por aquellos a los que teóricamente votamos.
De ahí cierto sentimiento de envidia hacia la Suiza país, los helvéticos capaces de gobernarse de una manera tan consultiva. Su federalismo o confederalismo genuino ofrece a los suizos una participación activa y directa no sólo desde el amplio gobierno de los 29 cantones sino desde los mismos Ayuntamientos, que delegan pocas funciones al cantón, sólo aquello que no pueden gestionar directamente.
En Suiza parece que no existe ni jefe de gobierno, son muy pocos los políticos profesionales y son muchas las iniciativas que dan lugar a referendums donde el pueblo casi tiene la última palabra.
En definitiva una ordenación envidiable en la que los políticos se dedican fundamentalmente a administrar lo ya pactado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario