viernes, 14 de mayo de 2010

Tirado

Cuenta LL. que hace unos días paseaba por el centro de Las Rozas camino del médico para ver si podía despachar una alergia rinítica que le visita con frecuencia.
Andaba doliente y ensimismado pero no ajeno al desbarajuste urbanístico de la localidad y calibrando si la Iglesia, elevada en su montículo y con algunas trazas interesantes, se debería salvar en caso de incendio.
Al doblar una esquina observó que habíamos tenido un muerto, pues en el centro del pueblo, todavía pueblo en alguna de sus identidades, aparecían esas esquelas que aún se pegan en paredes y comercios para correr la voz analógica del deceso de un vecino.
Nuestro pueblo es así, mantiene herencias de su pasado forjado en corrientes migratorias de Castilla y Extremadura y conserva esa tradición del pasquin.
A LL. le encanta pues suele acercarse para ver si conoce al fallecido y sobre todo para comprobar la edad. Casi nunca conoce al muerto pero siempre agradece que la creciente esperanza de vida se confirme, pues aquí la gente se suele morir a los 90, especialmente las mujeres.
El caso es que que LL. salió de la consulta del Doctor Oñoro con su receta y a la vuelta de la esquina encontró a un palmo de sus narices cartelito y noticia del próximo entierro.
Eso sucedía exactamente en el momento en que LL. se decía a si mismo "estoy muy tirado". La sorpresa para LL. fué leer que el vecino que había pasado a mejor vida se llamaba precisamente Tirado y a través de esa conjunción asombrosa, que parecía extraída de una novela de Vila Matas, tuvo un pequeño e hipocondríaco sobresalto.
Pero no fué nada. La sana costumbre de leer le aclaró que ese fallecimiento había sucedido a los 91 años, así que LL. terminó esbozando una sonrisa y calculando primaveras y cajas de antihistamínicos pendientes.

6 comentarios:

  1. Seguro que Tirado no fumaba y no vale decir que también lo han dejado tirado.
    Esa rinitis la conozco yo, como puedes imaginarte. Si Oñoro no te ha recetado nada yo te recetaría Celesemine y Nasacort. Y lavados de nariz con Sinomarin, un preparado de agua de mar que da lustre a las alcantarillas superiores.

    ResponderEliminar
  2. ¡¡Papá!! No sabía que también eras hipocondríaco. Muy buena la entrada, pero estoy con Sempere en que fijo que Tirado no fumaba. Ánimo con la rinitis y bienvenido al club de los riníticos. Yo mandaría Rinocort.

    ResponderEliminar
  3. Por cierto, y por si no lo sabías, te informo que recientemente ha fallecido el "enterrador o sepulturero" del cementerio de Las Rozas. ¿Quién habrá procedido a la inhumación de su cadaver?¿han tenido que nombrar rápidamente sustituto? Con tanto paro ¿se habrán presentado un montón de solicitudes en el Ayuntamiento? En fin, descanse en paz el buen hombre...Cuando me entere de algo, si quieres te lo cuento.

    ResponderEliminar
  4. Ya se más cosas...el enterrador vivía en el Barrio de La Suiza (como no podía ser de otra manera). Que conste que no es un barrio, sino una calle; la más surrealista de Las Rozas. En esos edificios iguales que se miran de frente, y en esas pocas casitas bajas, habitan gentes de lo más variopintas, que conforman un paisaje humano y urbano muy particular.

    ResponderEliminar
  5. Voy a ver si me entero si terminó el enterrador enterrado. Si fue así, el cementerio le habrá sido muy familiar (juega con ventaja, ya había pasado media vida allí). Además el silencio y la soledad tampoco le habrán sido ajenos, pasó media vida solo. Intento imaginar cómo será una vida sin padres, sin hijos, sin pareja, sin hermanos...Supongo que cada día encontraría ese hombre, en su casa, la misma paz que en el cementerio.

    ResponderEliminar