Como hace más de 40 años que visito Málaga con frecuencia, he podido seguir la evolución de la ciudad y de su desarrollo urbanístico, con el placer de descubrir su embellecimiento progresivo,especialmente en el perímetro que encierra la Catedral,el Museo Picasso, la Alcazaba y el Teatro Romano.
Y en esta última visita con la impagable y fértil compañía de Manuel Corrales,arqueólogo municipal al frente de los trabajos del Teatro y principal conocedor de las diferentes civilizaciones que desde los fenicios han ido enterrando las diferentes capas de la ciudad.
Con Manuel, que destila un apabullante, tímida y elocuente pasión por la historia de Málaga he conocido a fondo su pasado a través de su subsuelo, la vida de aquella culta y pujante ciudad de la República romana de Augusto.
Malaca,antes la Malaka de los cartagineses, vive con Roma un extraordinario periodo de pujanza comercial y cultural, la ampliación del puerto,eje del posterior desarrollo de la ciudad, y el impulso de su industria conservera y del salazón.
La visita al Teatro la recordaré como una de las tardes más placenteras, embobado con el saber infatigable de Manuel en un recorrido por el graderío, las puertas abobedadas, los pasillos,el frente escénico y con la recreación virtual del monumento y las piezas arqueológicas que permiten entender y conocer la vida de la época.
Pero con la visita no acaba la historia pues con Manuel puedes seguir con lo que vino después e ir saltando de siglo en siglo, de las pujanzas a las calamidades, de las conquistas a las reconquistas.
Seguimos pues paseando el bellisimo conjunto y la amplitud del nuevo espacio urbano que ha destapado una arteria por la que fluye la tarde de los malagueños,siempre empeñados en vivir la calle como si estuviéramos en Semana Santa.
Pasamos junto al obelisco del General Torrijos en la Plaza de la Merced y recordamos con el símbolo de la lucha contra la tiranía el carácter levantisco de la ciudad y su contribución al éxito del liberalismo. Le toca el turno al entramado árabe y a la muralla, a las calles de la siguiente época y finalmente al refrigerio acompañado de Garum, esa crema,aliño y salsa de la cocina del imperio,receta lógicamente renovada pero fiel a su base de pescado fermentado,vinagre,aceite,etc.
Toda Málaga parece desfilar por esta tarde de suave brisa,quizás ajena a lo que algún día podrá transformar su presente: la historia interminable de destrucción y creación.
Quizás ya estamos en esa época pues se puede observar una irrealidad manifiesta: el desarrollo inmobiliario, el turismo y el verano,con su vulgaridad colorista, borran muchas claves de la identidad primigenia que en parte queda a salvo con el esfuerzo de gente como Manuel.
Hoy la identidad es, en parte, un apasionado culto a la Semana Santa,convenientemente aprovechado por la autoridad política y religiosa, que estimula un evidente chovinismo de Hermandad y que marca cierto carácter de la ciudad, eso sí con el conveniente sesgo lúdico y pagano que aquí lo impregna todo para hacerte feliz.
Málaga exhibe pues sus contrastes con naturalidad, muestra con alegría que es subsidiaria de sus tradiciones y reserva la ostentación a sus vírgenes.
Pero todo es tan reciente y tan joven que, en esta tarde de siglos, puede vislumbrarse que ciertamente este mundo quedará cubierto en el futuro por una nueva capa. Por otros siglos.
Gracias Manuel.
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