martes, 25 de mayo de 2010

FIN

Hoy se habla de todo aquello que llega a su final de la mano de la crisis, cuyo fin parece lejano.
Más como deseo que como horizonte a todos nos gustaría el fin del ambiente tabernario que se respira y el deprimente clima de ruina moral.
Pero la realidad nos ofrece detalles, ciertos y paradójicos indicios de inminentes cambios de toda naturaleza.Es lógico que alguien apunte el fin de Bono para otros menesteres pues parece que también ha metido la pata. Fin de un presidenciable.
También se comenta el esperado fin de Diaz Ferrán e incluso el fin de los argumentos del partido de la oposición. Se queda sin ellos pues sus homólogos europeos hacen lo mismo que Zapatero. Fin de esa línea de actuación.
Otra cosa curiosa: el salvamento de Grecia era en realidad el salvavidas de Francia y Alemania. Fin de las apariencias.
Con otra consecuencia: estamos pasando obligatoriamente de la moneda única a la política única, a cierto federalismo con mucho futuro. Fin de algunos poderes periféricos.
Quizás suponga también el fin de la consideración de las elecciones europeas como unas elecciones secundarias. Si manda Europa queremos elegir al jefe ¿no?
Y hablando de jefes: el de Mercadona anuncia el lanzamiento de la patata ya pelada. Es la monda.
En fin...
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viernes, 14 de mayo de 2010

Tirado

Cuenta LL. que hace unos días paseaba por el centro de Las Rozas camino del médico para ver si podía despachar una alergia rinítica que le visita con frecuencia.
Andaba doliente y ensimismado pero no ajeno al desbarajuste urbanístico de la localidad y calibrando si la Iglesia, elevada en su montículo y con algunas trazas interesantes, se debería salvar en caso de incendio.
Al doblar una esquina observó que habíamos tenido un muerto, pues en el centro del pueblo, todavía pueblo en alguna de sus identidades, aparecían esas esquelas que aún se pegan en paredes y comercios para correr la voz analógica del deceso de un vecino.
Nuestro pueblo es así, mantiene herencias de su pasado forjado en corrientes migratorias de Castilla y Extremadura y conserva esa tradición del pasquin.
A LL. le encanta pues suele acercarse para ver si conoce al fallecido y sobre todo para comprobar la edad. Casi nunca conoce al muerto pero siempre agradece que la creciente esperanza de vida se confirme, pues aquí la gente se suele morir a los 90, especialmente las mujeres.
El caso es que que LL. salió de la consulta del Doctor Oñoro con su receta y a la vuelta de la esquina encontró a un palmo de sus narices cartelito y noticia del próximo entierro.
Eso sucedía exactamente en el momento en que LL. se decía a si mismo "estoy muy tirado". La sorpresa para LL. fué leer que el vecino que había pasado a mejor vida se llamaba precisamente Tirado y a través de esa conjunción asombrosa, que parecía extraída de una novela de Vila Matas, tuvo un pequeño e hipocondríaco sobresalto.
Pero no fué nada. La sana costumbre de leer le aclaró que ese fallecimiento había sucedido a los 91 años, así que LL. terminó esbozando una sonrisa y calculando primaveras y cajas de antihistamínicos pendientes.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Más ITV

Después de F. le ha tocado el turno a LL. que también ha pasado su revisión en esos túneles de chapa donde procesionan conductores apabullados.
LL. reitera todo lo dicho por F. y apunta algún detalle nuevo.
Por ejemplo el nivel de educación. En el trayecto de la revisión es posible escuchar una veintena de órdenes: ponga,quite,suba,apague,frene,encienda,etc. Ninguna de esas solicitudes agrias y rutinarias va a compañada de algún" por favor ". ¿Sería mucho pedir un poco de por favor?
Pero para LL. lo delirante del lugar es la profusión de cartelitos a la española, es decir papeles de impresora, ya sucios por el uso y los años, con textos sublimes. Avisos pegados a los cristales y paredes con celo un tanto mugriento.
En la pequeña garita de acceso se pueden leer hasta nueve. Y entre todos ellos destaca especialmente una curiosa solicitud, la que advierte de que debes sacar de su funda de plástico el permiso de circulación.
Aunque no le va a la zaga el cartelito a las puertas de un cúbiculo donde literalmente no cabe nadie, ya en el tramo final del suplicio, que reza algo así como "no entren, esperen a ser llamados".