LL. visita con frecuencia una residencia de ancianos, por motivos familiares.
Se llama Artevida, un nombre tan paradójico como prometedor.
Y hay que admitir que se necesita mucho arte,disposición y preparación para mantener viva la llama de la vida durante esa eternidad suspendida en la que vegetan ancianos en el filo del más allá.
El lugar es una especie de NH Geriátrico y no simplemente un cruel orfelinato de la cuarta edad, como algunos centros deplorables que aparecen en televisión en la sección sucesos.
Artevida es un espacio impecable,bien pensado,equipado y atendido y hasta diríase que recomendable si no fuera porque conceptualmente es aterrador.
Lo es desde el primer momento en que descubres a la humanidad desvalida y apeada del mundo.
Sin embargo, dice LL. que, con el tiempo, aprendes a moverte entre estas gentes con toda naturalidad, descubriendo que morirse es lo más natural del mundo y que mejor será recibir los cuidados necesarios con todo el cariño que aquí se dispensa. Tan es así, que un gesto, un abrazo, una sonrisa y un poco de amor ofrecen a los internos quizás la vida y el entramado de relaciones que fuera no tendrían.
A LL. la contemplación del panorama le evoca "La muerte de Virgilio" el excepcional libro de Hermann Brosch sobre los últimos días del poeta,su duermevela y su delirio.
Sobre todo ante algunos durmientes ancianos que, más cerca de la agonía, están instalados en una ensoñación permanente.
Pero no todo es así: muchas personas que pasean por los amplios espacios vivirán muchos años disfrutando de sus naipes,gimnasia,talleres,excursiones, etc.
Es el caso de R. un señor extrañamente recluido pues su estado es más que normal, su espacio personalizado en la decoración y sus gustos refinados.Si paseas cerca de su habitación llegan a tus oídos las notas de un concierto para violín de Beethoven o una sinfonía de Mozart y es que R es un melómano, que pasa horas frente a su equipo de música escuchando a los clásicos.
Los casos son diversos pero el paisaje más penoso, al tiempo que divertido,se contempla en la unidad de Alzheimer, donde conviven el dolor y la alegría y donde se dan momentos tan jocosos y disparatados que pudiera parecer que estamos en el reino de la felicidad.
Allí te encuentras con P. un excelente barítono,que desde la atalaya de su silla de ruedas igual reparte broncas que se canta una jota con toda profesionalidad y con un vozarrón imponente.
V. siempre se alegra cuando te saluda y enseña su muñeca Hello Kitty que afirma ha fabricado ella, a lo que añade que te invita a comer y a los toros. A unos metros una compañera elegante y muy dispuesta pregunta una y otra vez por la llegada de su taxi.
Una mujer repite su salmodia: Amparito, Amparito, Dolores, Amparito...
P. la hace callar y la sala tiembla.
El paisaje dadaísta es una continua provocación sin lógica: una señora todavía bella insulta a su cariñoso marido cuando,cada día, acude a verla.Sus razones tendrá podría pensarse, al igual que ante otros monólogos aparentemente absurdos.
Son momentos que te ocultan, por su gracia y comicidad, el carácter grotesco de las situaciones, pero también te hacen reflexionar, ante tanta finitud, acerca de nuestras absurdas quimeras y quejas cotidianas.
Al final, cuando abandonas la sala, escapas de una secuencia de "Alguien voló sobre el nido de cuco", dejando atrás a unos magníficos actores.
Lo has clavao. Te ha faltado mencionar la aplastante lógica de L. cuando en el patio te dice que no sabe en qué año nació porque ella era muy chiquitita por entonces!
ResponderEliminarEste texto, aunque se refiere a una residencia concreta podría referirse a "las residencias". Aún así las residencias Atrevida, con ese nombre ya no existen, una parte son ahora del grupo Casablanca y otras del Grupo Orpea.
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